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Quiero hablarte de expectativas, sí, esas que nos hacen soñar con unicornios y luego nos dejan desnudos en mitad del desierto. Empezaré diciendo que mi epifanía sobre las expectativas no vino practicando mindfulness, sino investigando en el bullicioso corazón del Massachusetts Institute of Technology, la universidad tecnológica más importante del mundo, con sede en Estados Unidos.

Y es que estar rodeado de genios, no te hace automáticamente ser uno de ellos. Te hace darte cuenta de un realismo que te golpea en la cara con una mezcla de aire fresco, y de tristeza al mismo tiempo. Mira mi vídeo y luego, si te apetece, sigue leyendo 🙂


Desde lo profesional, a lo cotidiano.

La vida, la mayoría de las veces, es un juego de expectativas. Algunas son muy claras, obvias y bastante tangibles (como esperar que un semáforo cambie a color verde) pero otras son mucho más confusas, abstractas y profundas. Además, todas se ven condicionadas a nuestra personalidad, nuestros gustos, nuestras necesidades, nuestra cultura o nuestra situación económico-social.

El MIT: un microcosmos de expectativas profesionales.

El MIT no es únicamente una institución educativa y de investigación. Es un ecosistema donde coinciden algunas de las mentes más brillantes del mundo. En este lugar, la excelencia y la cultura del máximo esfuerzo son la norma, no la excepción. Ha costado mucho llegar hasta ahí, y esa presión constante por sobresalir puede, en muchas ocasiones, erosionar la energía social de las personas. Por eso llegan a tener comportamientos mecánicos, distantes e incluso algo egoístas.

Estar en ese entorno me hizo sentir bien y mal a la vez. ¿Por qué alguien es tan atento y cercano en un momento puntual, al día siguiente ni me saluda por el pasillo? ¿Y por qué pasadas algunas semanas son de nuevo tan amables? Esta fue una pista enorme para seguir aprendiendo a ajustar mis expectativas profesionales y personales. Hay que reconocer que cada persona está enfocada en su proyecto, y sacrificando muy a menudo la socialización, pareciendo (o siendo) algo egoístas. Pero claro, esas personas no tienen por qué necesitar lo mismo que yo, aunque a veces podamos coincidir en momentos puntuales. Aún así, hay comportamientos que me siguen pareciendo muy secos (sigo contándote).

El delicado arte de equilibrar esperanzas y realidades

Quizás este entorno tan competitivo sea muy particular. Pero, más allá del ámbito profesional, las expectativas dan forma a nuestras relaciones más íntimas. Siempre estamos esperando que nuestras parejas, amigos y familiares entiendan y cumplan nuestros anhelos, lo que puede llevar a decepciones y malentendidos. Pero claro, no solemos ser conscientes de que es posible que esas otras personas tengan necesidades o proyecciones total o puntualmente distintas.

¿Qué es una conexión entre personas, o la “magia de las almas gemelas”? Una sincronía de expectativas.

Imagen generada por IA con un modelo entrenado con mi propia imagen, donde simbolizo lo que explico en este artículo.

La cultura y las expectativas: un contraste global

Mi experiencia en mis (ya no pocos) años en este mundo sirven para entender cómo las expectativas varían enormemente entre culturas. En algunas sociedades, como en ciertos países nórdicos, la independencia y el respeto por el espacio personal hace que una persona enferma vaya a operarse sola a un hospital, sin que ningún familiar la acompañe. Lo que puede parecer triste, frío o distante a ojos de alguien latino, es totalmente normal en otro tipo de cultura o personalidad. Y es que en los países más cálidos (y sobre todo en el sur), las personas somos mucho más emocionales, pasionales, extrovertidas, y sentidas.

¿Qué es una telenovela? Pues una ficción realista (aunque algo exagerada) de un montón de sufrimientos y pasiones generados por expectativas rotas o, en muy pocas ocasiones, muy sincronizadas.

Lo de la Inteligencia Artificial

Para encontrar una excusa sobre la que poder hilar este post con mi investigación sobre la IA, me parece interesante adaptar este discurso a «lo que esperamos de la IA”. ¿Qué expectativas tenemos? ¿Las que nos dicen los medios? ¿Las que nuestra mente nos fabrica, basándose sobre todo en nuestros miedos o en nuestras ilusiones? Estamos alertas porque esta tecnología nos va a quitar el trabajo, o nos va a hacer más inútiles (o menos útiles). O a lo mejor nos va a dar una vida mucho más cómoda. ¿O quizás acabará con las muertes de cáncer? Es un momento muy importante para ser realistas, idealizar lo justo para evolucionar y, sobre todo, obtener nuestras propias conclusiones (y no las que nos dicen los demás).

El doble filo de la navaja.

Por un lado, las expectativas nos guían y motivan, impulsándonos hacia objetivos y sueños. Pero como he comentado ya, pueden llegar a ser una fuente de frustración y desilusión cuando la realidad no coincide con nuestros ideales. Encontrar el equilibrio entre mantener expectativas realistas y nutrir nuestras esperanzas es fundamental para nuestro bienestar emocional, nuestra serenidad y nuestra salud mental.

La complicada búsqueda del equilibrio.

Últimamente he estado hablando sobre este tema con personas muy cercanas a mí, y todos sacamos más o menos la misma conclusión: buscar el término medio es fundamental, y esperar de los demás de una forma realista y necesaria (cuidado con no decir “no esperar nada de los demás”, porque esto nos lleva justo al extremo contrario, y eso no es bueno). También es bastante habitual querer buscar la felicidad como parte de ese equilibrio pero, ¿es necesario que nos sintamos bien cada uno de los días de nuestra vida? ¿Quién nos ha metido eso en la cabeza? Lo que hay que tener es un promedio de calidad, o sea, que la balanza se incline hacia la serenidad y el bienestar mental. Pero es normal tener un mal día, tener alguna expectativa rota que nos haga sufrir, o incluso tener un bloqueo mental puntual.

Te invito a reflexionar: ¿Cómo gestionas tus expectativas en los diferentes ámbitos de tu vida? ¿Has encontrado estrategias que te ayuden a equilibrarlas con realismo?


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